Quizás
creyeron que habíamos cerrado por el verano o por el Mundial
de Fútbol, ya que ni nuestra portada ni la página editorial
han cambiado desde hace algún tiempo. Desearía poder contar
con una de estas buenas razones para habernos ausentado de ustedes durante
este periodo.
Sin embargo, sí vimos algunos de los partidos, es decir, cuando
no me estaban operando. A ratos, cuando estaba completamente sedado
para aminorar el dolor provocado por las dos intervenciones a las que
me habían sometido, logré ver algunos partidos, por ejemplo,
Senegal-Francia y Brasil-Inglaterra, entre otros. Los jugadores parecían
volar en vez de correr. Cuando se está viendo la televisión,
los medicamentos para el dolor engañan la vista. Si no fuera
por el hecho de que me quebré la columna en una caída,
todo hubiera sido sumamente gracioso.
Durante una visita a uno de mis países favoritos, Ecuador (¡todavía
lo sigue siendo!), sufrí un accidente y en una caída me
fracturé un disco de la columna. ¿Quieren los detalles?
Pues bien, aparecerán muy pronto aquí en ZoneZero en forma
de un diario digital que escribí durante todo este lapso de tiempo.
Incluirá, entre otras cosas, un video de la operación
sobre mi columna, que probablemente la mayoría de ustedes no
querrá ver.
Pero
no nos desviemos del tema. En esencia de lo que queremos hablar es de
la fotografía y en particular de un área de la fotografía
digital que posiblemente no han tomado muy en cuenta cuando viajan.
Después del accidente, y de una larga y tortuosa aventura de
Quito a las Islas Galápagos y de vuelta a un hospital en Quito,
Ecuador, finalmente fuí diagnosticado tras estar buena parte
de la semana en el hospital. Una Imagen por Resonancia Magnética
(IRM) me permitió entender cuál era el origen del dolor
que estaba experimentando, dolor que ni siquiera la morfina que me estaban
administrando en el hospital lograba aminorar. El disco fracturado,
que estaba ejerciendo presión sobre los nervios de la región
lumbar de mi espalda, había provocado, junto con la inflamación,
un daño considerable a los nervios.
Hablé con un primo que dirige el Pain Institute de la USC (University
of Southern California) en Los Ángeles para consultarlo sobre
lo que debía hacer. Solicitó ver la IRM antes de darme
una respuesta. Le pedí al hospital que le enviaran la IRM a Los
Ángeles. Lamentablemente, me informaron que no lo podían
hacer, ya que no contaban con el equipo y el conocimiento para hacerlo
desde el hospital.
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Hospital
en Quito, Ecuador. Pedro Meyer © 2002
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Aunque los medicamentos para el dolor hicieron que mi cerebro funcionara
a medias, logré pedirle a una querida amiga (la fotógrafa,
Judy de Bustamante) que se llevara mi cámara digital Canon G2
al cuarto donde almacenaban las IRM para que tomara una fotografía
de la placa y me la regresara. (Ayudo el hecho de que era la esposa
del médico internista F. Bustamante, quien se estaba ocupando
de mí; de otro modo, no hubiera tenido acceso a las IRM. Anteriormente
no me habían permitido ver la placa).
Regresó con la cámara cargada con las imágenes
que había tomado, disculpándose porque no todas habían
salido bien. Bajo las circunstancias: una fotografía que tomó
a mano, con premura, con la iluminación de la caja de luz para
rayos X y teniendo que hacer un acercamiento; me parece que lo hizo
admirablemente bien. Desde luego, ayudo el que fuera una cámara
digital y que pudiera ver en el monitor de la cámara lo que estaba
haciendo.
IRM, las
flechas rojas indican el disco fracturado que estaba obstruyendo
el nervio. Pedro Meyer © 2002
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Debido
a que gran parte de lo que iba a hacer era hasta cierto punto una actividad
rutinaria para mí, logré bajar las fotos a mi Apple Power
Book y seleccionar, con la ayuda de mi esposa y de la fotógrafa,
la imagen que parecía ser más informativa. Necesitaba
que confirmaran que mi elección era la correcta, ya que en ese
momento estaba visualmente incapacitado. Luego, anexé el archivo
de imagen a un correo electrónico y le entregué la Power
Book a mi esposa para que enviara el correo por Internet al doctor en
Los Ángeles.
El
sistema telefónico del hospital ciertamente no estaba a la altura
del resto de sus instalaciones. Se puede decir con seguridad que era
parte de una red diseñada en el infierno, inadecuada para una
institución de este tipo. Se le tenía que dar el número
telefónico al que se quería llamar a una operadora y después
esperar cerca de 30 minutos hasta que nos volviera a llamar para decirnos
si la persona que buscábamos estaba al teléfono. ¡Intenten
conectarse a Internet en estas circunstancias! Es imposible. De modo
que mi esposa tuvo que llevar la Power Book al hotel y de ahí
enviar el correo electrónico con la imagen.
Esto
resultó ser fundamental para decidir lo que iba a hacer en un
momento sumamente crucial, ya que el doctor en Los Ángeles, quien
por cierto no era neurocirujano, pudo determinar al ver la imagen que
me necesitaban operar inmediatamente, pues había perdido la sensibilidad
en mi pierna izquierda a causa de los nervios dañados.
Si
se le pide a un cirujano su opinión, es muy probable que recomendará
una intervención quirúrgica. Como reza el dicho: "Si
tienes un martillo en las manos, todo se ve como un clavo", y lo
mismo puede ocurrir con los cirujanos. Pienso que si tienen la oportunidad
siempre optarán por la cirugía. Sin embargo, en este caso,
el doctor, a parte de que era mi primo, no era cirujano. Tomamos su
opinión con mucha seriedad y seguimos su consejo: "Toma
el siguiente vuelo a Los Ángeles para que te operen".
Trisha.
Pedro Meyer © 2002
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Mi
esposa Trisha tuvo que hacer en seguida todos los preparativos. Si quieren
saber por lo que tuvo que pasar, sólo piensen en lo que significa
organizar que un avión ambulancia venga a recogernos (sin demora
alguna) para llevarnos a Los Ángeles. Además de todo esto,
en Ecuador estaba por comenzar un largo fin de semana vacacional y en
Estados Unidos era Memorial Day (Día de los Caídos en
Combate). Ella tuvo que hacer los preparativos para que un especialista
en cirugía de la columna estuviera listo para operar en cuanto
llegáramos y que hubiera una cama de hospital disponible, además
de ambulancias en ambos lados del trayecto. Aún tratándose
de una emergencia, estas cosas no se logran tan fácilmente, ahora
bien, piensen que esto sucedía en medio de un periodo vacacional,
a 7000 millas de distancia, y comenzarán a formarse una idea;
por si fuera poco, también tuvo que cuidar a nuestro hijo de
siete años, con sus propias necesidades, sin alarmarlo innecesariamente.
La historia, sin embargo, no acaba aquí. Los aviones no vienen
a recogerte así nada más, a menos que uno sea dueño
del maldito aparato, lo cual desafortunadamente no era nuestro caso.
Se tiene que pagar por adelantado si uno desea que lo lleven a alguna
parte.
Ni que decir de la cantidad que hay que pagar para un viaje así,
no es un monto que uno lleva diariamente en la cartera mientras está
de viaje, por lo menos no en nuestro caso. Pero, para eso están
las tarjetas de crédito, ¿no es cierto? Pues no cuando
uno trata de excederse de su crédito aprobado. Tal fue el caso
de nuestra tarjeta VISA, le dieron vueltas al asunto sin resolver nada,
pasando la llamada de Trisha de una persona a otra. Cuando uno llama
por larga distancia en caso de una emergencia, esta respuesta tan desagradable
no sienta nada bien.
Trisha
colgó el teléfono y decidió llamar a American Express.¿Recuerdan
su slogan publicitario: "Nunca salga sin ella"? Me parece
que nadie ha hecho honor a su publicidad con tal rectitud como lo hizo
American Express ese día. En cinco minutos aprobaron el costo
del vuelo y pudimos seguir con los preparativos para que el avión
saliera de Fort Lauderdale en Florida, nos recogiera en Quito y nos
llevara a Los Ángeles. Sin embargo, esto no fue todo, antes de
partir el gasto tuvo que ser aprobado por la compañía
de seguros si queríamos que nos rembolsaran (algunos estimados
colegas recién están descubriendo que no tienen seguro,
simplemente porque nunca antes habían pensado en estas cuestiones.
Ahora han comenzado a pensar en ello seriamente).
Subiendo al
avión. Pedro Meyer © 2002
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La
ambulancia que me llevaría al aeropuerto, directamente hasta
la puerta del avión, tenía seguramente una cruz roja dibujada
en su exterior. Sin embargo, desde el interior, en donde yo estaba recostado,
parecía una austera cruz negra que me recordaba más a
una carroza fúnebre que a una ambulancia. Fue una sensación
extraña estar consciente y con tanto dolor, recostado en lo que
me daban la sensación de ser una carroza fúnebre, pasando
sobre todos los baches que podían encontrar de camino al aeropuerto.
En la ambulancia
en Quito. Pedro Meyer © 2002
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Esa
misma experiencia se repetiría del otro lado. Las calles de Los
Ángeles compitieron exitosamente en el número de baches
por los que pasó la ambulancia de camino al hospital. Cuando
cada sacudida tiene el efecto sobre el cuerpo de una descarga eléctrica,
existe la tendencia a ser muy sensible al funcionamiento del sistema
de suspensión de la ambulancia: no existía. ¡Y esto
era el primer mundo! Los Ángeles no sería distinto a Quito.
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En
la ambulancia rumbo al hospital en Los Angeles. Pedro Meyer
© 2002
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Tardamos
13 horas en llegar a Los Ángeles, y a pocas horas de nuestra
llegada, tuve la primera de dos intervenciones quirúrgicas.
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Máquina
de rayos X. Pedro Meyer © 2002
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Haber
tenido la cámara digital y la computadora portátil conmigo
fue un ejemplo más de la importancia que tiene la tecnología
digital en nuestras vidas. Este es un ejemplo más de una encrucijada
en la que la fotografía termina por incursionar en direcciones
por las que nunca antes había transitado. Al menos para mí,
el slogan publicitario "No salga sin ella" ahora se extiende,
además de a mi tarjeta de crédito, a mi Apple Power Book
y una cámara digital. Por cierto, la salida de los rayos X, era
evidentemente digital, algo de lo cual ya he hablado anteriormente.
Pedro
Meyer
junio de 2002
Autorretrato
en el aeropuerto antes de salir. Pedro Meyer © 2002
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