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“LA REVOLUCION DIGITAL”
por Pedro Meyer
 

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Los cambios a los que venimos aludiendo tienen que ver, no sólo con la manera en que las imágenes son creadas, sino también con el modo en que éstas son puestas en circulación. Antes de que lleguemos al año 2ooo, los criterios de lo que podemos hacer con las imágenes, ya sea para venderlas, publicarlas, archivarlas, o exhibirlas, habrán sido fuertemente transformadas con respecto a lo que hoy se conoce. Los formatos tradicionales obviamente no desaparecerán; seguiremos teniendo libros, revistas, espacios en las galerías, etc., solo que esas opciones ahora se verán enriquecidas con la inclusión de formatos digitales desconocidos hasta el momento. Estos nuevos vehículos habrán de brindar maneras más rápidas, económicas y efectivas para distribuir, recibir y procesar información.

Algunas de esas alternativas se encuentran en los discos CD-ROM ( Compact Disc- Read Only Memory); discos láser; redes de fibra óptica; transmisión vía satélite; transmisión por cable; tarjetas de memoria ultra rápida; tecnología de compresión; computadoras personales portátiles; televisión de alta definición;  etc. A diario salen noticias sobre las más recientes innovaciones que permiten acelerar el flujo de información digital y logrando con ello costos cada día más accesibles al público en general.  El impacto de la televisión solo se hizo patente cuando las masas tuvieron acceso, por costo, a esa tecnología, el proceso tardo cerca de 25 años en desarrollarse, en cambio la transmisión por fax, paso a ser, en solo cinco años, de un instrumento desconocido a uno de uso casi tan frecuente como el teléfono.

La actual crisis económica por la que atraviesa gran parte del mundo industrializado ha traído consigo el recorte implacable en los gastos de operación de las organizaciones tanto públicas como privadas. Tales recortes se han manifestado, entre muchos otros, en una reducción en los gastos de publicidad, lo que a su vez ha obligado a la mayoría de las revistas que han logrado sobrevivir, a reducir el número de paginas que venían publicando. Esta cadena de reducciones, ha impuesto un adelgazamiento substancial en el mercado disponible a los fotógrafos. Con menor número de páginas que llenar, las revistas hoy compran menos reportajes y aquellos que  se adquieren son pagadas a menor precio que antes (foto reporteros); en forma paralela las agencias de publicidad al tener menor demanda han reducido la adquisición de imágenes publicitarias (fotógrafos de estudio). En momentos de fuertes presiones económicas,  como los actuales,  los fotógrafos que ya cuentan con cierta clientela, busquen la forma de abatir sus costos de producción para mantenerse competitivos y así no perder sus clientes.  Muchos han encontrado que los procesos digitales ofrecen precisamente esa anhelada reducción de costos, si bien no de inmediato al menos a medio plazo.  Resulta entonces que los primeros en adquirir los conocimientos necesarios para utilizar las tecnologías digitales serán los que mas adelante llevaran la delantera. Un ejemplo de estos cambios es lo que pasa en los principales diarios en los E.U.A., la mayoría de éstos periódicos han cambiado sus procesos para elaborar las fotografías del diario, de uno químico a uno digital. Las ampliadoras con todos sus accesorios colaterales, han ido a dar a la bodega.

Al mismo tiempo que se anuncian los recortes en las revistas de gran circulación, como menciono antes, la tecnología digital, se hace presente  en uno de los sitios, para mi, menos esperados: las revistas “underground”. tan solo el área de Los Angeles, han florecido una verdadera legión de tales revistas, 400 para ser exactos.  Esas revistas creadas totalmente por medio de computadoras personales o copiadoras, le han dado voz a millares de individuos que antes no la tenían. Algunas de esas revistas, como “Ben is Dead”, creada por dos jovencitas de escasos veinte años, tratando asuntos de la “cultura” entre los jóvenes, ha crecido de un tiraje inicial de menos de mil ejemplares a 16,000 mensuales. Sin infraestructura y con mínimos recursos, muchas de esas revistas han prosperado a niveles que causan el asombro hasta de quienes las iniciaron.

En el futuro no muy lejano, el fotógrafo(a)  tendrá que ofrecer algo más que solo sus fotografías, para mantenerse en competencia con otros fotógrafos de igual talento. Aquellos que no se pongan al día desde un punto de vista tecnológico sólo podrán entregar imágenes  como si se tratara de una “materia prima”, siendo otros los que las transformen. Ya la historia nos ha mostrado, el destino que le depara a aquellos pueblos que sólo ofrecen materias primas. Lo menos que se puede decir es que siempre han tenido las de perder.

Uno de los resultados inevitables de todos estos cambios tiene que ver con cierta integración vertical en las actividades del fotógrafo(a). Daré algunos ejemplos:  En el futuro el fotógrafo(a) probablemente tendrá que entregar sus imágenes en formato digital junto con la correspondiente selección de color o el medio tono necesario para su reproducción. El primer caso es para su uso en medios electrónicos que irán cada ida en aumento, el segundo ejemplo para la reproducción en medios impresos que a su vez están siendo radicalmente transformados con nuevos procesos de producción. Así como muchos diseñadores incursionan hoy en el campo de la fotografía, muchos fotógrafos harán lo mismo en el campo del diseño.

Muchos fotógrafos editaran sus propias publicaciones digitales para ser distribuidas, ya sea en discos digitales, o en redes digitales de computadora a computadora, o al aparato de televisión. Muchos fotógrafos ya comienzan a tomar video, y en un futuro no muy lejano, la calidad del video será tal, que del video en movimiento se puedan separar imágenes fijas de alta calidad. Con ello la imagen en movimiento pasará a formar parte cada vez más prominente del repertorio del fotógrafo hasta ahora llamado “de fijas”. El sonido tendrá que ser parte integral de su trabajo a medida que se vayan ampliando los diversos medios de producción.

En la cinematografía al igual que la fotografía la película sensible todavía tiene algún tiempo por delante antes de que se discontinúe por completo su uso, mientras eso ocurre, se puede decir ya desde ahora, todo apunta  a que la imagen será transformada en información digital para ser procesada en ese formato una vez captada la imagen sobre película. Con este cambio, los procesos analógicos que actualmente se usan dejarán paulatinamente de tener vigencia. Eso no solo encierra cambios dramáticos en cuanto a las posibilidades de expresión, los técnicos involucrados tambien tendrán que aprender a manejar esos nuevos procesos de producción, lo que a su vez no dejará de tener su propio drama.

La gran Revolución Digital, es eso, una enorme revolución, ya que sus efectos son tan profundos; no solo cambian nuestros parámetros creativos, también los económicos son alterados. Los nuevos procesos tienden a recortar costos, abrir nuevos mercados, alterar la manera de producir, recibir y procesar la mayoría de los productos culturales, tanto plásticos como musicales. En el campo de la representación, la “realidad” cobra un nuevo giro,  allí donde hasta ayer solo se encontraba la fotografía documental (aquella que supuestamente representaba un “fiel testimonio de la realidad”) vamos a encontrar representaciones “realistas” pero a la vez “más subjetivas” de lo que los recursos tradicionales permitían plasmar. Esa sola variante, habrá de alterar todo el orden establecido --con respecto a la credibilidad fotográfica-- a lo largo de los pasados ciento cincuenta años de la fotografía.

El asunto que la “imagen digital” pone en singular entredicho, y de particular interés para las actividades culturales, es el tema relacionado con la representación de la realidad. Es cada día más evidente que podemos alterar una imagen a voluntad, al incluir o excluir, de acuerdo a nuestro deseo, ya sea antes de tomar la imagen o después de haber accionado el obturador. Resulta por lo tanto interesante observar, cómo esa fotografía tradicionalmente revestida con un manto de integridad con respecto a la realidad -- y como prueba de ello teníamos el negativo-- se convierte en un tema que rápidamente replantea a la fotografía.

Y qué bueno que así sea, demasiados fotógrafos han abusado de ese frágil manto de credibilidad acordado a la fotografía,
NEWSWEEK, 4 de enero de 1993
haciéndonos creer que lo que estábamos observando era un “testimonio”, cuando en verdad lo único que estábamos atestiguando era una fantasía disfrazada de documental.  Un buen ejemplo de esto lo podemos encontrar en la famosa fotografía llamada EL BESO del fotógrafo francés, Robert Doisneau.  Resulta que Doisneau para defenderse de un juicio adverso, elevado en su contra, por quienes sustentan ser la pareja captada en dicha imagen, alega que los fotografiados no son en realidad esas personas que ahora lo demandan, sino un par de actores que el contrato para producir esa fotografía ( con singular ironía asegura tener los negativos que prueban que eran los actores que él dice, sin apreciar que con ello también confirma que su “momento decisivo”  nunca lo fue), es cierto que Doisneau nunca garantizó la factura de la imagen EL BESO, fuimos nosotros que admiramos esa fotografía, quie­nes quisimos creer que se trataba de un momento decisivo, pero tampoco estábamos tejiendo en el vacío, detrás de esa convicción es­taba el peso histórico con respecto a la credibilidad de la fotografía documental y sobre todo del instante decisivo. Ahora por pura casualidad sale a la luz pública la verdad, y con ello se pone de manifiesto nuestro auto engaño. 

Dejamos de asistir al encuentro poético, casual y amoroso entre dos seres anónimos en una calle parisina.  Ahora sabemos que solo presenciamos una deliberada puesta en escena, entre dos actores a sueldo, con un fotógrafo cuya mayor gracia consistió en armar la escena. Vaya alteración de realidades, la nuestra y la que ahora evidencía esa imagen.  Y qué decir del fotógrafo que hace un par de años obtuvo sendos premios por la mejor imagen de foto reportaje, con aquella fotografía de un hombre con su turbante y de espaldas, apostado en primer plano alzando por encima de su cabeza una metralleta, mientras que al fondo contra un cielo enegrecido por el humo, ardían sendas torres de petróleo, una a la izquierda y otra a la derecha de quien se ostentaba blandiendo su metralleta de guerrillero, y todo en algún lugar del desierto entre Kuwait e Iraq. La verdadera historia detrás de esa imagen publicada y premiada ampliamente en todas partes del mundo, como documento de la guerra en el golfo pérsico, es que el fotógrafo al no encontrar algo que valiera la pena captar con su cámara, le pidió a su chofer que posara. La pose es de espaldas para asegurar su anonimato ya que ciertamente no era un guerrillero, la metralleta era genuina ya que, por razones de seguridad, la traían el chofer y el fotógrafo; los pozos petroleros ardiendo también eran auténticos.  Desde un punto de vista físico, todo era real, todo estaba allí , el problema no era su inexistencia, sino la falsificación de una realidad presentada como documento, igual que lo hiciera Doisneau.  Nuevamente encontramos, que el peso histórico de la imagen fotográfica como fiel testimonio de la realidad, es la que le ha otorgado a dicha fotografía la necesaria credibilidad, para asi lograr su decepción. Como podemos ver, los procesos digitales no son el único camino para fabricar realidades inexistentes, solo que ahora al hacerse más patente de que esas alteraciones pueden ocurrir estamos adquiriendo mayor claridad sobre el uso y abuso de la fotografía.

La Revolución Digital, va a elevar la conciencia de todos nosotros con respecto a las posibilidades cada día mayores, para transformar las imágenes. Las alteraciones evidentes, nos llevan fácilmente a entender la ficción intencional,  por obvias razones estas imagenes resultan menos problemáticas. Sin embargo allí donde la alteración no es detectable, imagenes que tambien se veran con más frecuencia, el asunto se torna más complejo. Tendremos que asumir que al igual que con la palabra escrita, la responsabilidad por la integridad de lo que se muestra la tiene la persona que firma la obra. Por otra parte le toca al público estar más consciente de las posibilidades de alteración y con ello deducir sus lógicas consecuencias.

La Revolución Digital, dará lugar a una profunda revisión de los valores éticos, hasta hoy demasiado desatendidos, con respecto a la veracidad de lo que se presenta con una imagen fotográfica. Esto no quiere decir que no haya lugar para la imagen fabricada, al contrario, su uso será cada vez  más amplio, sobre todo a medida que se difunda y comprenda el potencial de los procesos digitales. También se sabrá más y más, de los grandes maestros de la fotografía, personajes reconocidos por su integridad como Eugene W. Smith, que nos dieron fotografías consideradas “documentales” cuando en realidad  no lo eran, habían sido elaboradas en el laboratorio a partir de diversos negativos, por ejemplo, aquella famosa imagen del Dr. Schweitzer.

Creo firmemente en la capacidad de la imagen para hacer comentarios editoriales como lo puede hacer la palabra escrita. Sólo que ahora tendremos que dejar muy en claro para todo aquel interesado, cuándo una fotografía es un documento testimonial y cuándo no lo es. Nos hallaremos escudriñando, como nunca antes, todo lo que veamos, para dejar esclarecido cuando una fotografía es documental, o sea que no tuvo alteración o manipulación la realidad, y cuando se trata de una interpretación, que desde luego es un enfoque muy legítimo, pero obviamente no un documental. 

Por último me referiré a una vertiente completamente nueva, la de los procesos digitales que se ocupan de la “realidad virtual”, uno más de esas grandes innovaciones tecnológicos que nos habrán de rodear, literalmente.  Al invitar que nuestros cuerpos y sentidos se unan en una especie de danza conjunta con nuestras herramientas, la topología del placer, las emociones y la pasión se habrán de elevar hacia direcciones aun desconocidas.

Una transformación similar ocurrió en la Edad Media, cuando el teatro emerge del contexto monacal, y se une con la experiencia fecunda y sensual que le dio origen a la Commedia dell’Arte. En esa misma época histórica, el contenido monolítico cristiano era inundado por una ola de imágenes pasionales, sensuales y arquetípicas.

Ese encuentro de textos, cuerpos, y la polifonía narrativa, dio paso a Shakespeare, a la gran opera, y a todas las permutaciones visuales de impulso dramático que han llegado hasta nuestros días.

En la medida que observo ésta época turbulenta y veo hacia el futuro, me encuentro repasando los años recientes, un peoríodo de grandes transformaciones y confrontaciones, nuevas maneras de hacer y ver las cosas, criterios y conceptos repensados, percepciones replanteadas, ideas convulsionadas. En medio de toda esta entropía me surge la pregunta recientemente planteada en San Francisco, por el distinguido científico ingles, Stephen Hawking: “¿Porqué podemos recordar el pasado, y no el futuro ? ”.

Fue Giotto quien hace setecientos años redefinió el marco de referencia temporal para el artista. El sólito, creó una nueva manera de organizar y visualizar el espacio, también nos legó ese marco de referencia para el tiempo suspendido, un precursor del “instante decisivo” tan prevaleciente en la fotografía contemporánea. Nos encontramos en un momento cuando la fotografía tal vez pueda ir más allá de ese instante decisivo anclado en los tiempos del Giotto. Tal vez tenga mucho sentido la pregunta de Hawking y lleguemos  a recordar el futuro, y que la fotografía digital nos permita encontrar una nuevo pasaje hacia ese destino marcado por los relojes y odómetros de la historia. No creo que busquemos construir una mejor ilusión del mundo, tal vez solo aprehender nuevas formas para comprender nuestras ilusiones, y así entender mejor nuestro mundo.

© Pedro Meyer, 1993
pedro@zonezero.com

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