Roger Doyle

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Trabajo con el sonido

En Irlanda y en México se han encontrado restos de civilizaciones tan antiguos como las pirámides. Nuestro conocimiento de estas civilizaciones se basa en artefactos, tumbas en la tierra y representaciones caligráficas en piedra, barro cocido y códices o papiros. Los jeroglíficos, los textos cuneiformes y los alfabetos, hasta hace poco un misterio, han sido descifrados. Apenas podemos tratar de adivinar cómo se practicaba la religión y "cómo era la vida realmente". Todo lo que podemos hacer es examinar el polvo que quedó detrás de la estampida.

A medida que nos acercamos al siguiente milenio y a la posibilidad de los viajes en el tiempo, yo me siento inspirado por lo que puede estar escondido más allá de nuestro mundo: qué civilizaciones podemos encontrar todavía. Imaginen el descubrimiento del alfabeto de una civilización desconocida para nosotros en el futuro. ¿A qué se parecería? Esta mirada simultánea tanto hacia atrás como hacia adelante, sintiendo la vastedad del continuo espacio-tiempo, es exclusiva de nuestra época y nos brinda la posibilidad de ser arqueólogos del futuro.

¿Pero qué hay con el aquí y el ahora? Aquí es Irlanda. Yo soy irlandés. Mientras me convertía en compositor, mis primeras piezas sonaban tan diferentes unas de otras que parecían haber sido compuestas por diferentes autores. En vez de encontrar mi estilo, mi madurez, esta esquizofrenia musical no ha cedido. Hay cien compositores dentro de mi cabeza viviendo en una felicidad antijerárquica, inventando imaginarias culturas exóticas, punzando con excelente humor a los formatos conocidos, cruzando especies musicales, creando perturbadores nuevos mundos, jugando con la sintaxis, etc. Esta inclinación siempre ha estado ahí y las nuevas tecnologías la refuerzan.

Los irlandeses somos el resultado de muchos actos de amor y violaciones políticas y culturales, hemos sufrido y asimilado muchos de ellos. ¿Quiénes somos? Entre los cien compositores que hay en mi cabeza, no hay uno solo que se piense a sí mismo como "irlandés". La multiplicidad de lenguajes lo vuelve imposible.

En el Libro de Ballymote, que data del siglo VII, hay una sección en antiguo irlandés llamada "Auraicept na n-Eces", el primer manual de los poetas, y que requería de doce años para desentrañar sus enseñanzas. En él se afirma que el irlandés fue la lengua escogida porque fue entresacada de los sonidos más oscuros de todas las lenguas... era más grande y más extenso que cualquier otro idioma. Parte del idioma escogido era el "lenguaje del hierro", que los estudiantes debían dominar en el sexto año. El lenguaje del hierro estaba lleno de términos en caló de otras lenguas y de palabras mezcladas que formaban otras nuevas. Los poemas escritos en el lenguaje del hierro utilizaban superficialmente un vocabulario arcano que servía para crear un segundo significado ininterrumpido.

Pienso inmediatamente en Finnegans Wake, de James Joyce, y al mismo tiempo pienso en el lenguaje del hierro como algo que se ha deslizado por mis venas.

Dublín, marzo de 1995


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