Trabajo con el sonido
En Irlanda
y en México se han encontrado restos de
civilizaciones tan antiguos como las pirámides.
Nuestro conocimiento de estas civilizaciones se basa en
artefactos, tumbas en la tierra y representaciones
caligráficas en piedra, barro cocido y códices
o papiros. Los jeroglíficos, los textos cuneiformes y
los alfabetos, hasta hace poco un misterio, han sido
descifrados. Apenas podemos tratar de adivinar cómo
se practicaba la religión y "cómo era la vida
realmente". Todo lo que podemos hacer es examinar el polvo
que quedó detrás de la estampida.
A medida que nos acercamos al siguiente milenio y a la
posibilidad de los viajes en el tiempo, yo me siento
inspirado por lo que puede estar escondido más
allá de nuestro mundo: qué civilizaciones
podemos encontrar todavía. Imaginen el descubrimiento
del alfabeto de una civilización desconocida para
nosotros en el futuro. ¿A qué se
parecería? Esta mirada simultánea tanto hacia
atrás como hacia adelante, sintiendo la vastedad del
continuo espacio-tiempo, es exclusiva de nuestra
época y nos brinda la posibilidad de ser
arqueólogos del futuro.
¿Pero qué hay con el aquí y el ahora?
Aquí es Irlanda. Yo soy irlandés.
Mientras me convertía en compositor, mis primeras
piezas sonaban tan diferentes unas de otras que
parecían haber sido compuestas por diferentes
autores. En vez de encontrar mi estilo, mi madurez,
esta esquizofrenia musical no ha cedido. Hay cien
compositores dentro de mi cabeza viviendo en una felicidad
antijerárquica, inventando imaginarias culturas
exóticas, punzando con excelente humor a los formatos
conocidos, cruzando especies musicales, creando
perturbadores nuevos mundos, jugando con la sintaxis, etc.
Esta inclinación siempre ha estado ahí y las
nuevas tecnologías la refuerzan.
Los irlandeses somos el resultado de muchos actos de amor y
violaciones políticas y culturales, hemos sufrido y
asimilado muchos de ellos. ¿Quiénes somos? Entre
los cien compositores que hay en mi cabeza, no hay uno solo
que se piense a sí mismo como "irlandés". La
multiplicidad de lenguajes lo vuelve imposible.
En el Libro de Ballymote, que data del siglo VII, hay
una sección en antiguo irlandés llamada
"Auraicept na n-Eces", el primer manual de los poetas, y que
requería de doce años para desentrañar
sus enseñanzas. En él se afirma que el
irlandés fue la lengua escogida porque fue
entresacada de los sonidos más oscuros de todas las
lenguas... era más grande y más extenso que
cualquier otro idioma. Parte del idioma escogido era el
"lenguaje del hierro", que los estudiantes debían
dominar en el sexto año. El lenguaje del hierro
estaba lleno de términos en caló de otras
lenguas y de palabras mezcladas que formaban otras nuevas.
Los poemas escritos en el lenguaje del hierro utilizaban
superficialmente un vocabulario arcano que servía
para crear un segundo significado ininterrumpido.
Pienso inmediatamente en Finnegans Wake, de James
Joyce, y al mismo tiempo pienso en el lenguaje del hierro
como algo que se ha deslizado por mis venas.
Dublín, marzo de 1995
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