Mirar es simplemente existir dentro la actual cultura, basada en lo visual, donde los límites entre la publicidad de la avenida Madison en Nueva York y la pornografía convencional se han vuelto muy felizmente obsoletos.

Vamos y venimos en un mundo fantástico, abrumador y oceánico, de imágenes subrepticias, algunas que vemos y algunas que vemos sólo en nuestra imaginación:Fergie topless, a la orilla de la alberca dejándose chupar los dedos de los pies,la camioneta Bronco de color blanco en la autopista de Santa Mónica, el vello púbico en la lata de Coca, la mancha de semen en el vestido azul.

La idea de un voyeur en el molde clásico parece irremediablemente idealista, casi pintoresca: la escena de un amante Proustiano arrastrándose entre los setos para contemplar a su amor a través de una ventana oscurecida, pertenece tristemente a otro mundo. Incluso la queja de que mirar es degradar ha perdido validez. Si nada más, el acto de mirar es seguro.

Además, ¿quién realmente tiene el poder? ¿La persona que mira fijamente o la persona que tiene lo que ésta quiere?

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